miércoles, 6 de febrero de 2019

Actividad 3 Licencia

EL PARAÍSO DE LAS GOMINOLAS


Había una vez una hermosa princesa llamada Gomi, que tenía un osito suave y blandito que se llamaba Nola.


Un día en que el sol brillaba y les apetecía ir de paseo, decidieron hacer juntos una excursión al campo. Una vez allí, caminaron y caminaron y llegaron muy, muy lejos… exactamente, llegaron al paraíso de las gominolas.


No era muy difícil saber por qué se llamaba así. En ese lugar todos los árboles tenían, en vez de hojas verdes, gominolas de todos los colores, de todos los sabores y de todos los tamaños. Y en vez de frutas normales tenían frutas de limón, fresa, plátano y vainilla…


Gomi pensó que los niños de aquel lugar serían muy felices por tener tantas cosas ricas para comer. Pero la triste realidad es que no era así. Los niños vivían disgustados y llorando porque, como eran pequeños, no podían alcanzar las golosinas de los árboles. Por mucho que saltaban e intentaban subir por los troncos, no conseguían nada.


Gomi se acercó a ellos, les preguntó qué era aquello que les tenía tan disgustados, si vivían en un paraíso dulce.


Entonces el que parecía más pequeño de todos ellos se acercó, y le contó: ¡Tenemos mucha hambre! ¡Ya no tenemos nada que comer!. Porque las piruletas que crecían alrededor del río de chocolate era lo único que alcanzamos, y hace un par de días que el río está seco, no sabemos qué habrá podido pasar.


A Gomi le encantaba explorar y resolver misterios y le dijo a Nola que se quedarían a ayudar a todos esos niños que ya no tenían nada que comer.


Entonces Gomi, Nola y todos los niños habitantes de aquel paraíso se encaminaron hacia el río de chocolate pero a mitad de camino se encontraron con Lechugui el Rey del país de los vegetales.


¡Qué alegría! Quizás El Rey de los vegetales pudiera darles una idea de cómo conseguir comida y de qué era lo que le estaba pasando al río. Pero el Rey estaba muy atareado reinando, y con aire de grandeza les dijo “id a preguntarle a Tomatillo, yo no tengo tiempo para asuntos tan mundanos”, y tras un golpe de capa de lechuga, el rey se alejó con paso firme.


Nuestros amigos continuaron caminando y a lo lejos vieron a un simpático personaje de sonrojadas mejillas que alegremente cavaba la tierra mientras cantaba una pegadiza canción. “¡Hola!, buscamos a Tomatillo. ¿Sabe dónde lo podemos encontrar?”. “¡No busques más, que me acabas de encontrar!, respondió el simpático señor.


Rápidamente le contaron lo que les llevaba a hacer este viaje, y compartieron su preocupación por el río y la comida. Tomatillo les contó que la solución estaba en la tierra, él les enseñaría a plantar y cuidar un huerto como aquel en el que estaba trabajando. Pero antes, tenían que solucionar lo del río, pues Tomatillo también había notado la escasez en su huerto. Así que,  ni corto ni perezoso, decidió acompañar a nuestros amigos.


Tomatillo muy previsor cogió un pico y una pala de las que utilizaba en su huerta y continuaron su camino por el río. Según se iban alejando del paraíso de las gominolas empezaron a notar que cada vez hacía más y más frío. ¿Y si con ese frío el río de chocolate se había congelado?


Tras varios días de dura caminata se dieron cuenta de que debido a las bajas temperaturas el río se había congelado y era por eso que no llegaba chocolate hacia el Paraíso de las Gominolas y por lo que había escasez de agua en el Reino de los Vegetales. Tomatillo les propuso volver y esperar a que llegase la primavera y mientras tanto podían quedarse en el Reino de los Vegetales y disfrutar de sus ricas frutas y verduras.


Lo cual les pareció muy buena idea, todos los niños y niñas de aquel lugar decidieron esperar a que llegara el calor de la primavera y el río de chocolate se deshiciera para empezar a plantar sus propios vegetales, y mientras tanto se alimentarán de todo lo que Tomatillo había cultivado de forma muy previsora, pero a cambio propusieron que todo lo que recolectan en verano y otoño lo compartirán con su nuevo amigo de sonrojadas mejillas para así poder agradecerle que les dejara comer sus ricas frutas y verduras.


Y así fue como los niños y niñas del paraíso de las gominolas aprendieron a cultivar sus propios vegetales y ya no iban a depender del río, por lo que podrían recolectar suficiente comida pasar pasar los largos inviernos en los que sus dulces no crecieran. Al ver que los niños y niñas ya no iban a pasar hambre, y que el río ya no estaba congelado, Gomi y Nola decidieron que ya era hora de regresar a casa, pero esta noticia puso muy tristes a sus nuevos amigos del paraíso de las gominolas y del reino de los vegetales.


Vista la tristeza que la noticia había despertado, se sentaron a hablar todos los amigos y llegaron a un acuerdo, ¿por qué no convivir todos juntos, los niños y niñas aprendiendo a cultivar sus propias cosechas de vegetales, siempre y cuando respetaran al río?, así no tendrían que separarse y podrían convivir y enseñar las cosas los unos a los otros.


Después de días de debate crearon su propio nombre al lugar donde habían decidido convivir todos juntos. Se llamarían “CHOCOGOMI KIDS”

Una noche, mientras los niños dormían, dialogaban entre ellos y estaban de acuerdo en que la naturaleza, el río, los vegetales y los humanos tenían que aprender  a vivir respetándose los unos a los otros para que CHOCOGOMI KIDS, durará muchos muchos muchos años más.

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